La ciudad de Wels, bandera de la extrema derecha "normal" en Austria
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Wels (Austria) (AFP) –
Es la mayor conquista de los "azules", el color de la extrema derecha de Austria. La ciudad de Wels, tradicional bastión de la izquierda ahora en manos del FPÖ, se ha convertido en el emblema del partido ante las legislativas del domingo.
Aunque el partido soberanista y antiinmigración aparece por detrás de los conservadores (ÖVP) en las intenciones de voto, se perfila como casi imprescindible para formar una coalición de gobierno tras las elecciones.
Es en Wels, en el norte del país, donde el líder de extrema derecha Heinz-Christian Strache lanzó su campaña. Esta ciudad de 60.000 habitantes se convirtió en el emblema de la formación desde que, en 2015, eligió a un alcalde de la extrema derecha austríaca (FPÖ), tras décadas de gobierno de los socialdemócratas (SPÖ).
¿Dijeron "extrema" derecha? Este adjetivo no le gusta al alcalde, Andreas Rabl, un jurista de 45 años. Extrema, querría decir "rechazar la democracia, estar a favor de la violencia, lo que no somos para nada", explica a la AFP.
En busca de "soluciones pragmáticas" para su ciudad, preferiría que le hablaran de "desendeudamiento, reducción de la criminalidad, revitalización del centro de la ciudad", pero "es como si no se dirigieran a nosotros como un partido normal", se lamenta.
- Implantación local -
Igual que otros partidos de la misma familia ideológica, como el Frente Nacional en Francia, el FPÖ suavizó su discurso en estos últimos años y llevó a cabo una estrategia de implantación local sin ceder en su rechazo a la migración y al islam.
En Austria, los "azules" copresiden dos de los nueve ejecutivos regionales, en Alta Australia con el ÖVP y en Burgenland con el SPÖ. También gobiernan en una treintena de municipios, de los que Wels, la octava ciudad del país, es el más importante.
La ciudad, en el corazón de una provincia industrial, la Alta Austria, cuya tasa de desempleo de 5% es menor a la media nacional, es una zona sin importantes problemas económicos.
Pero está Noitzmühle, el "suburbio" construido en la periferia para albergar a los numerosos migrantes, sobre todo turcos y yugoslavos, que llegaron hacia los años 70 para trabajar en las fábricas.
"Construimos aquí más que en otras partes de Austria y hemos dejado que estos barrios se degraden", afirma Thomas Rammerstorfer, miembro de los Verdes y activista antirracista.
- Sin alemán, no hay alojamiento -
La cuestión de los supuestos "refractarios a la integración" es una de las principales preocupaciones del alcalde. "Hemos considerado durante demasiado tiempo que la integración era un derecho y no un deber", estima Andreas Rabl.
Desde hace tres años, explica, Wells condiciona la obtención de un alojamiento social a que se adquiera un nivel suficiente de alemán. El alcalde está trabajando además en un mecanismo similar para conseguir una ayuda escolar.
En otoño de 2015, las elecciones municipales se celebraron en el punto álgido de la crisis migratoria, lo que hizo de Austria uno de los principales países de acogida, teniendo en cuenta su población.
Para Eva, jubilada de una fábrica de bebidas, son estos recién llegados los que causan los problemas: "hay demasiados, se les permite todo", explica en un café, mientras lamenta que no sean los migrantes "decentes" "de antes".
"La base del FPÖ, es el mito del regreso a un mundo rural ideal, seguro y sin extranjeros", según Thomas Rammerstorfer.
© 2017 AFP