Colombia: la relación de fuerza desigual de la segunda vuelta presidencial
En esta segunda vuelta inédita, el candidato de la derecha, Iván Duque, se adueñó de los apoyos de los sectores tradicionales de la política, mientras que Gustavo Petro, candidato de izquierda, recibe respaldos gota a gota.
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Entre las dos propuestas opuestas que se les ofrece, los colombianos parecen preferir el regreso de la derecha en el poder a cambio del salto en lo inédito que supondría una victoria de Gustavo Petro. En la primera encuesta realizada para la segunda vuelta, Iván Duque distancia sustancialmente a su rival de izquierda. Con 55% de las intenciones de voto, el candidato del Centro Democrático (CD) lleva veinte puntos de ventaja al representante de la Colombia Humana, quien se quedó con el 35% de los 1088 encuestados. Por su parte el voto en blanco se alzó al 10%, según la encuesta.
Sin embargo, las encuestas tienen sus limitaciones y la guerra de trincheras entre ambos bandos apenas empezó. La política sugiere rupturas en algunos casos, pero también movimientos y alianzas en otros y el candidato conservador aparenta haberlo entendido con brillo. Iván Duque podría ofrecer una piel nueva al uribismo, corriente política que se refiere al expresidente y líder del CD, Álvaro Uribe Vélez, y para lograr esto ha sabido hasta el momento capitalizar el rechazo que genera Gustavo Petro en ciertos sectores del país.
La derecha aprovecha la dificultad de Petro para sumar votos más allá de sus espacios habituales, del temor de muchos líderes políticos de tener un presidente de izquierda y de la posible indiferencia de los votantes que no se satisfacen con ninguna de las propuestas.
La reconfiguración de la relación de fuerza para esta segunda vuelta dio lugar a alianzas impensables unas semanas atrás. La mayoría de los partidos políticos tradicionales en Colombia hoy le pertenecen a la canasta de Duque.
Dos modelos opuestos en un escenario inédito
Tener a un candidato abiertamente de izquierda en una segunda vuelta presidencial es un hecho inédito para Colombia. A diferencia de otras regiones, como en Europa, en donde es frecuente ver a la izquierda y la derecha enfrentarse para llegar al cargo supremo, esta corriente es históricamente minoritaria en un país donde sus franjas más radicales se desempeñaron violenta y clandestinamente a través de las guerrillas. El mismo Gustavo Petro es un exguerrillero y eso explica parte del rechazo que suscita.
Hasta las elecciones del año 2002, la política colombiana se encontraba ampliamente dominada por los partidos Conservador y Liberal, las formaciones que se peleaban el poder desde la independencia. De la misma manera, las funciones más importantes siempre se han repartido entre grupos sociológicamente cercanos a los órganos de poder. Las posibilidades de irrupción de nuevas figuras políticas se han visto limitadas por estas relaciones seculares como sucedió en la década de la 'Violencia' entre 1948 y 1958 que se repitió en las décadas de 1980 y 1990.
Apenas bajó la emoción de la primera vuelta, César Gaviria, expresidente y actual dirigente del Partido Liberal, anunció el respaldo de su formación a Iván Duque. Una decisión sin precedentes ya que los liberales tienden a tener posturas relativamente abiertas sobre, por ejemplo, temas de sociedad. Es lo que en Colombia se conoce como 'la política es dinámica'. Pues el candidato de derecha sumó durante su campaña los apoyos de personajes ultraconservadores, como Vivian Morales, una figura cercana a los cristianos, y el exprocurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez abiertamente opuesto al aborto legal y a los derechos de las comunidades LGBTI. Esta decisión se dio en el contexto de la debacle histórica a la primera vuelta del candidato liberal, Humberto De La Calle, quien obtuvo 2,06% de los votos.
La llamada ‘Unidad Nacional’ del presidente Juan Manuel Santos, nacida en las elecciones de 2010, y que juntó hasta tres partidos políticos, se desmembró por completo.
Respaldo masivo de los partidos tradicionales hacia Duque
En este contexto de estallido de la política tradicional, Iván Duque se alcanza a beneficiar del respaldo de tres expresidentes y de la gran mayoría de las formaciones. La ‘maquinaría’ electoral, que se refiere al movimiento clientelista de votos impulsado por ciertos partidos, había sido limitada durante la primera vuelta, pero podría ayudar al candidato del CD a llegar con fuerza a la Casa de Nariño.
Por su parte, Petro se beneficia apenas del tímido apoyo del Polo Democrático, un partido de izquierda. No hay más pronunciamientos oficiales de fuerzas políticas a favor del exalcalde de Bogotá sino llamados individuales, como por ejemplo el de la excandidata vicepresidencial Claudia López o el de los ‘secesionistas’ del Partido Liberal. Sergio Fajardo, el tercer hombre del 27 de mayo, quien tuvo una votación muy cercana a la de Petro, ya dijo que votará en blanco, al igual que De La Calle.
Frente a esta carencia de apoyos y a la coalición de hecho que se formó en su contra, Petro podría paradójicamente sumar más votos, ya que su discurso ‘antiestablecimiento’ puede generar aún más ecos en vista de las alianzas inusuales que provocó su presencia en segunda vuelta. Unos pocos especialistas ven a través de Petro una posible victoria de la izquierda el 17 de junio, pero, aunque limitados, los análisis de las dinámicas políticas a esta altura de la campaña dejan proyectar más bien un triunfo del uribismo.
Además de los dos modelos sociales opuestos, los candidatos se caracterizan por tener dos visiones polarizadas de los acuerdos de paz de 2016. Mientras que Gustavo Petro se erigió como un defensor del texto y de su implementación, Iván Duque tamizó su discurso, pero sigue aprovechándose de la mecánica que conlleva su familia política desde la victoria del ‘No’ en el plebiscito por la paz.
Los mismos acuerdos que permitieron una votación masiva durante la primera vuelta y un escrutinio con pocas amenazas y sin hostigamientos de grupos armados, debería estar en el centro de los próximos debates entre ambas figuras.
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