Protestas

Nicaragua: 15 horas bajo el temor de las balas

Un grupo de estudiantes, periodistas, sacerdotes y médicos se enfrentó cara a cara con la muerte durante 15 horas en las que se convirtieron en refugiados al interior de una parroquia en la que solo se escuchaban disparos.

Tres estudiantes a su llegada a la Catedral Metropolitana, tras ser liberados luego de 15 horas de asedio armado en la casa cural de una parroquia en Managua, Nicaragua, el 14 de julio de 2018.
Tres estudiantes a su llegada a la Catedral Metropolitana, tras ser liberados luego de 15 horas de asedio armado en la casa cural de una parroquia en Managua, Nicaragua, el 14 de julio de 2018. Oswaldo Rivas / Reuters
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En Managua el asedio duele más que la muerte, tiene forma de proyectil y se cuela entre los muros. Sale disparado por el cañón de las armas oficiales y despide el olor a sangre que ni Gerald Vásquez ni Francisco Flores volverán a percibir. Ambos eran estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y perdieron la vida en la misma lucha: la de intentar sobrevivir a 15 horas bajo el temor de las balas.

Murieron en una iglesia. Uno adentro y otro afuera. El primero, logró ser arrastrado hasta el interior de la estructura. Tenía 20 años y un médico prisionero le apaciguó el dolor antes de que se le paralizara el corazón. Estudiaba construcción, pedía la renuncia del presidente Daniel Ortega y lo había alcanzado una bala en la cabeza.

El segundo no tuvo la misma suerte. Su cuerpo quedó tendido en medio de la batalla en la que decenas de parapolicías y policías apuntaban contra todo lo que se moviera, como si la vida de los estudiantes fuera su amenaza.

Vásquez y Flores llegaron hasta los recovecos de la parroquia La Divina Misericordia, contigua a la UNAN, luego de que un grupo de oficiales ingresara a la institución para atacarlos. No estaban solos. Eran cerca de 180 estudiantes que, al refugiarse en el templo junto a tres periodistas, se encontraron con varios médicos y algunos sacerdotes.

Ismael López, de la BBC, era uno de los reporteros. Cubría el atrincheramiento que comenzó la persecución a cinco alumnos entre las aulas de la UNAN. Pasó de periodista a refugiado. Escuchó las ráfagas, sintió el miedo de convertirse en blanco de un disparo.

Un grupo de los estudiantes que permaneció refugiado en una parroquia de Managua, Nicaragua, durante el traslado a la Catedral de esa ciudad el 14 de julio de 2018.
Un grupo de los estudiantes que permaneció refugiado en una parroquia de Managua, Nicaragua, durante el traslado a la Catedral de esa ciudad el 14 de julio de 2018. Rodrigo Sura / EFE

En un reportaje para BBC, López relató cómo fue la noche del 13 de julio, aquella en la que, en el barrio Villa Fontana, decenas de estudiantes vieron caer sus barricadas y terminaron acorralados en un templo católico en el que ya no bastaban las plegarias.

En la parroquia, López fue testigo de la agonía de Valeska, otra estudiante de 20 años. Una que, armada con un trozo de vidrio, aseguraba haber sido secuestrada y torturada por las fuerzas de Ortega.

Valeska, según lo narrado por López, se resistía a la idea de ser capturada por las autoridades. Decía que no se dejaría "agarrar viva". Ante lo que, pasada la mitad de las 15 horas de esa apabullante incertidumbre, los sacerdotes presentes intentaban calmarla con la esperanza de ser rescatados.

Lo que esperaban los sacerdotes se cumplió. Valeska, López y todos los refugiados fueron liberados. Tras ser trasladados en autobuses escoltados por la Cruz Roja hasta la Catedral de Managua, volvieron a sentir los brazos de sus familiares, con quienes se fundieron cuerpo a cuerpo en un reencuentro marcado por las lágrimas.

Luego de 15 horas de permanecer refugiados en una parroquia de Managua, los estudiantes se reencontraron con sus familiares el 14 de julio de 2018.
Luego de 15 horas de permanecer refugiados en una parroquia de Managua, los estudiantes se reencontraron con sus familiares el 14 de julio de 2018. Oswaldo Rivas / Reuters

Salieron con los puños arriba. Con la convicción intacta. Superaron el amedrentamiento de un frente temerario en el que, de acuerdo con una de las estudiantes a la que la agencia de noticias EFE reseña como Valeria, incluso había militantes cubanos.

Valeria afirmó que no todos eran nicaragüenses. Los tuvo cerca, a unos 20 pasos. Escuchó sus acentos. Ella ya está a salvo, pero aún siente miedo. El recuerdo de aquella jornada la persigue como el susurro del encapuchado que le dijo que los cazarán "uno a uno".

Sobre la cacería a la que le teme Valeria, el cardenal Leopoldo Brenes señaló que es difícil garantizar la seguridad de todos, que cualquiera de ellos está en riesgo y que urge la intervención de los organismos internacionales para evitar la repetición de esa noche de temor y balas.

Con EFE

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