Las japonesas ganan terreno en el masculino mundo del sumo
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En Japón miles de jóvenes aficionadas practican sumo a pesar de tratarse de un deporte tradicionalmente dominado por hombres y donde la mujer es sinónimo de “impureza”.
En los últimos años el sumo, deporte nacional de Japón, ha sido el centro de decenas de escándalos de discriminación de género. Y es que dentro de esta tradición nipona, reservada históricamente para los hombres, cada vez más mujeres buscan espacios que les permitan practicar sin impedimentos su deporte preferido.
Hikaru Mizunuma, de 18 años, es una de estas mujeres. Normalmente es una de las primeras en llegar al club en el que entrena. Práctica durante dos horas diarias para "poder mejorar" y ganar cada combate, según le contó a la agencia de noticias EFE.
Prepara con suma atención cada detalle antes de que llegue su entrenador y el resto de sus compañeros al Club de Sumo de la Universidad de Asahi (Gifu), donde practican juntos nueve mujeres y veintiocho hombres.
Tanto hombres como mujeres deben llevar el "mawashi" (el cinturón reglamentario que visten los luchadores de sumo), aunque las chicas lleven ropa deportiva debajo. Y a pesar de que nunca se realizan combates mixtos por motivos de seguridad, en los entrenamientos sí participan juntos chicos y chicas.
Mizunuma, lleva practicando sumo desde que tenía 10 años y a pesar de que lamenta la realidad que la rodea, es muy consciente del machismo que reina en el sumo: “tradicionalmente se ha considerado como un deporte de hombres. Ha sido así durante décadas y esta es una realidad que debemos aceptar”.
Este tipo de lucha libre japonesa reúne en ella ritos religiosos sintoístas, en los que los jugadores hacen el papel de guardianes mientras que las mujeres tienen prohibido tocar el ring o "dohyo"
La tradición sintoísta considera a las mujeres como "impuras" por su menstruación
Las tradiciones sintoístas, nativas de japón, y que se caracterizan por adorar a los espíritus de la naturaleza, consideran la sangre como un elemento contaminante y relacionado con la muerte. Según estas creencias, la menstruación convierte a las mujeres en "impuras", por lo que su presencia fue prohibida en los lugares sagrados.
Otra de las chicas, Nanami Ishizaki, practica sumo desde que tenía nueve años porque cuando empezó quería ganar fuerza en las piernas para mejorar en el judo. Ahora, a sus 19, el sumo es su mayor afición.
"A menudo me preguntan por qué practico este deporte siendo una chica", explica Ishizaki, quien responde tajante que "es más interesante ver competir a una mujer que a un hombre".
Diversos escándalos de corrupción y discriminación han golpeado un deporte caracterizado por la honorabilidad
A pesar de que históricamente la imagen de los luchadores está asociada a una estricta disciplina y se espera de ellos una conducta ejemplar, tanto dentro como fuera del ring, durante los últimos años diversos escándalos de corrupción, violencia, drogas y discriminación han dañado el estatus social social que por tradición han ostentado los deportistas.
El pasado abril se produjo una de las últimas polémicas alrededor de esta tradición nipona cuando dos mujeres que atendían a un hombre que sufrió un colapso dentro del ring fueron expulsadas del mismo mientras realizaban las labores de reanimación.
Ishizaki recuerda con aflicción ese momento: "me parece muy triste. Las mujeres entraron en el ring para salvarle la vida a una persona. No hay nada de sucio en eso".
El suceso reabrió el debate en Japón sobre la aceptación de las mujeres en el "dohyo" y obligó a la Asociación de Sumo a estudiar su acceso en casos de emergencia, asistencia médica o entrega de premios, aunque no concedió ninguna oportunidad al género femenino dentro de la competición profesional.
En su origen, fue una mujer quien promovió el sumo
El primer combate de sumo registrado tuvo lugar en el año 642, cuando la emperatriz Kogyoku pidió a su guardia personal que pelearan entre ellos para entretener a los invitados.
Aunque las mujeres a día de hoy aún no pueden practicar este deporte a nivel profesional, el sumo femenino ha ido ganando peso en la sociedad japonesa. Sin embargo, en 2001 la ciudad de Aomori, en el norte del país, celebró su primer Campeonato Mundial para aficionadas.
"Creo que muchas mujeres se deberían apuntar a practicar sumo y tener el derecho a competir. Ha llegado el momento de que las cosas cambien", comenta Ishizaki.
Actualmente unas 300 mujeres están inscritas en Japón a la ISF (International Sumo Federation) para aficionados y miles de jóvenes practican el sumo en clubes escolares y en centros universitarios.
Con EFE
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