Resumen 2018

#MeToo 2018: una revolución en marcha contra el abuso sexual

El movimiento que trascendió las fronteras digitales sentó un precedente para cambiar las dinámicas de poder entre hombres y mujeres, el principal detonante de la violencia de género en el mundo.

Las denuncias contra Harvey Weinstein fueron el inicio del movimiento #MeToo.
Las denuncias contra Harvey Weinstein fueron el inicio del movimiento #MeToo. Shannon Stapleton/Reuters
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De Weinstein a Kavanaugh, de Kevin Spacey a Cristiano Ronaldo, el efecto dominó no se detuvo. Desde el momento en que se conocieron las denuncias contra el conocido cineasta estadounidense Harvey Weinstein en 2017, surgió un movimiento, una revolución cultural. Se abrió un espacio de lucha contra el miedo, el silencio, la vergüenza y el machismo que rodean el abuso.

Pero sobretodo, a lo largo de este año se reveló el carácter abusivo de algunos de los hombres más poderosos alrededor del mundo, que permaneció oculto por años y legitimó sus agresiones sexuales. Leslie Moonves, el influyente hombre del espectáculo y expresidente de la cadena estadounidense CBS, probó el efecto del movimiento.

“‘Me Too”, junto con el periodismo investigativo de alto perfil y los comentarios de ‘The New Yorker’, ‘The New York Times’, ‘Los Ángeles Times’, ‘The Washington Post’ y otros medios, fueron tremendamente exitosos en responsabilizar a los poderosos hombres abusadores por su acoso sexual”, explicó Jennifer Pozner, crítica de medios y autora del libro “Reality Bites Back: The Troubling Truth About Guilty Pleasure TV”.

Gracias a la exposición mediática que tuvo el caso y a la presión social enmarcada en el “Me Too”, Moonves, así como Weinstein, fue destituido de su cargo el pasado septiembre por acusaciones de abuso sexual y enfrenta una investigación. Un mes después, se conoció que Jean-Claude Arnault, esposo de Katarina Frostenson, prominente miembro de la Academia sueca, fue sentenciado a dos años de prisión por violar a una mujer en 2011. Eclipsada por el escándalo, la Academia no entregó el Nobel de literatura por primera vez en 70 años.

Brett Kavanaugh fue acusado por tres mujeres pero sus denuncias fueron desestimadas.
Brett Kavanaugh fue acusado por tres mujeres pero sus denuncias fueron desestimadas. Jabin Botsford/Reuters

También en octubre, el movimiento vio como tras meses de intensas manifestaciones en su contra, se materializó la confirmación de Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. El Senado desestimó las acusaciones de tres mujeres que lo señalaron de abuso sexual, incluida la académica Christine Blasey Ford, que fue más lejos y llevó su testimonio ante la Comisión Judicial del Senado.

“La diferencia en la forma en que Ford y Kavanaugh fueron tratados por el Senado y la prensa reflejó cómo la sociedad trata a los hombres y a las mujeres de manera diferente. Mostró que, si bien el “Me Too” abrió una nueva conversación, todavía no ha cambiado significativamente la cultura”, explicó Gloria Feldt, presidenta de Take the lead Women, una organización sin ánimo de lucro para el empoderamiento femenino.

La revolución en marcha del “Me Too” vio cristalizadas sus frustraciones ante la designación de Kavanaugh, un hombre que ahora ostenta un importante cargo de poder y decisión en el país, pese a las denuncias en su contra.

Por supuesto, los alcances reales del “Me Too” no pueden reducirse a la batalla perdida contra la designación de Kavanaugh, pero “hasta que las mujeres y los hombres no tengan el mismo poder político y económico, no tendremos un cambio sistémico real”, explicó Feldt.

El sistema socio-económico todavía está controlado en gran medida por hombres poderosos que a menudo reproducen comportamiento machistas o misóginos. Y aunque “no se puede esperar que el “Me Too” resuelva todo el sexismo y la violencia sexual en uno o dos años”, señaló Pozner, sí “creó deseo, impulso y planes para el cambio”. Durante este año expuso una de las bases sobre las que se sostiene el abuso sexual: las relaciones de poder entre los agresores y sus víctimas.

Katarina Frostenson es miembro de la Academia sueca y esposa de Jean-Claude Arnault.
Katarina Frostenson es miembro de la Academia sueca y esposa de Jean-Claude Arnault. Jonas Ekstromer/Reuters

“El acoso y el abuso sexual se nutren de las jerarquías y la desigualdad de poder. Las mujeres que tienen más poder y más protección como en Estados Unidos, las que han salido a denunciar con sus nombres, son mujeres que de por sí ya tienen el suficiente poder para denunciar”, aseguró Juliana Martínez, profesora de género y sexualidad de la American University, en Washington.

Un movimiento peligroso en Latinoamérica, donde la mujer es víctima constante de violencia

No es que el movimiento no se haya sentido en América Latina. Lo hizo a través de fuertes movilizaciones en Argentina, como la de los pañuelos verdes que exigió la legalización del aborto el pasado agosto. O la etiqueta #niunamas que recorrió Colombia y México para denunciar los feminicidios.

Pero “el “Me Too” como se dio en Estados Unidos, denunciando a grandes figuras públicas, no se ha dado en América Latina, en parte porque en la región hacer ese tipo de denuncias sigue siendo muy peligroso. En Estados Unidos estas mujeres que denuncian a sus abusadores son atacadas en redes o en medios, pero no son asesinadas, lo que en América latina es una realidad”, señaló Martínez.

Latinoamérica es la zona más violenta del mundo para las mujeres fuera de un contexto de guerra, donde 60.000 mueren al año a manos de un hombre, según la ONU. Aunque para las mujeres latinas las posibilidades de denunciar son exiguas, con el albor del “Me Too”, una conocida periodista colombiana se atrevió a revelar el pasado 19 de enero que años atrás fue violada por uno de sus jefes, a quien no se atrevió a denunciar ni entonces ni ahora por ser, como relató ella, un “hombre relevante en la vida nacional”.

Ese testimonio resume en buena medida el triunfo del movimiento durante el año: empoderar a las mujeres para denunciar a sus agresores. “Soy optimista, creo que muchas cosas ya están cambiando. Las mujeres se han comenzado a organizar nuevamente, como lo hicieron para exigir el derecho al voto o la participación política. Pero esta vez la revolución pretende alcanzar todos los niveles”, señaló la feminista y politóloga argentina, Cecilia Nicolini.

Animarlas a emprender acciones legales contra sus abusadores requiere de un cambio sistemático en las dinámicas de poder a nivel social, cultural, económico y judicial. Este proceso puede tardar años, pero la revolución ya está en marcha. Ahora, como nunca antes, las mujeres expuestas al abuso reciben la atención del mundo.

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