Sudáfrica: qué se ha logrado y qué no en 25 años de democracia
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Las primeras elecciones democráticas de 1994 sepultaron definitivamente la segregación racial del apartheid y convirtieron en presidente a Nelson Mandela. La Sudáfrica actual es una de las naciones más desiguales del mundo.
"Esto es para todos los sudafricanos una ocasión inolvidable, (…) el comienzo de una nueva era", fue lo primero que dijo Nelson Mandela el 27 de abril de 1994, después de votar por primera vez en su vida.
"¡Por fin somos libres!", clamó, entre tanto, el dos de mayo de mismo año durante su famoso discurso de la victoria en el hotel Carlton de Johannesburgo.
El 27 de abril de 1994, se llevaron a cabo las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica. Por primera vez, los negros, que representan tres cuartas partes de la población, votaron, poniendo fin a tres siglos de gobierno blanco y al régimen de apartheid en vigor desde 1948.
Los comicios de ese año se celebraron entre el 26 y el 29 de abril, pero el aniversario oficial se celebra anualmente cada día 27 y fue bautizado "Día de la Libertad".
Fin del apartheid: lo que ganó el pueblo sudafricano
"Apartheid" significa literalmente "separación" en el idioma afrikáans y, aunque oficialmente empezó solo en 1948, sus leyes buscaban institucionalizar los privilegios que la población blanca había heredado de la colonización británica y neerlandesa.
Durante casi algo más de cuatro décadas, la segregación condenaba a la población negra a muchas limitaciones.
Por ejemplo, se creía que no se debía dar a los negros la oportunidad de tener una educación para un tipo de vida del que, al fin y al cabo, después no iban a gozar por ser inferiores.
De esa manera, la población negra quedaría automáticamente relegada a los sectores de trabajo menos privilegiados, como el campo, las minas o el servicio doméstico.
Una persona negra no podía acceder a un edificio por una puerta "solo para blancos" o bañarse en determinadas playas y, en general, todos los servicios, desde la sanidad al transporte, estaban segregados y eran de muy distinta calidad, siendo esta siempre mejor para la minoría.
En general, el apartheid regulaba todos los aspectos de la vida, incluso las relaciones sentimentales interraciales, que estaban prohibidas. Y, por supuesto, también impedía votar a la mayoría de la población. Pero todo cambió aquel 27 de abril (o casi todo).
La Sudáfrica de hoy: entre la desigualdad y la corrupción
Con celebraciones por todo el país y la vista puesta en los comicios del próximo ocho de mayo, Sudáfrica conmemoró este sábado 27 de abril un cuarto de siglo desde sus primeras elecciones democráticas.
"25 años atrás, fundamos un nuevo país como sudafricanos. Un país definido por los principios de igualdad, de unidad, de no racismo y de no sexismo", manifestó el actual presidente, Cyril Ramaphosa, durante un evento conmemorativo celebrado en la localidad de Makhanda, en el sureste del país.
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PresidencyZA (@PresidencyZA) April 27, 2019
Conciertos, charlas, homenajes y hasta iniciativas en las redes sociales para que los sudafricanos compartieran cómo vivieron aquellos días históricos, hicieron parte de la jornada.
Pero si hay algo que no ha logrado Sudáfrica en 25 años de democracia, es libertad. Al menos así lo cree su propio presidente.
"No podemos ser una nación de gente libre cuando tanta gente vive aún en la pobreza, (...) sin suficiente alimento, sin un techo apropiado", reconoció hoy Cyril Ramaphosa.
Pese al cuarto de siglo transcurrido, la también llamada "nación arco iris" está aún lejos de cumplir los sueños con los que fue a las urnas en 1994.
La Sudáfrica actual es una de las naciones más desiguales del mundo, con tasas de pobreza superiores al 50 por ciento, y una corrupción galopante, extendida por todo el aparato público -especialmente durante el mandato de Jacob Zuma (2009-2018)-.
A pesar de que Sudáfrica es la nación más industrializada del continente, el crecimiento económico se mantiene débil: se contrajo 0,8% en 2018 y muchos de los servicios estatales -desde la educación hasta la producción de electricidad- son muy deficientes.
El desigual reparto de la tierra, mayoritariamente aún en manos blancas, y la elevada tasa del 27 por ciento de desempleo, son otros de los factores que acrecientan las grietas socioeconómicas del país.
El pueblo sudafricano se prepara para nuevas elecciones
El triunfo de Nelson Mandela, hace dos décadas y media en los primeros comicios multirraciales de la historia de Sudáfrica, supuso el inicio del reinado ininterrumpido del Congreso Nacional Africano (CNA).
El próximo ocho de mayo, los sudafricanos están llamados a nuevas elecciones presidenciales. Y si las encuestas se cumplen, el bloque continuará en el poder otros cinco años más.
Cyril Ramaphosa sucedió en 2018 al jefe del país Jacob Zuma, presionado hasta la renuncia por el mismo Congreso Nacional Africano debido a los escándalos de corrupción en los que está enredado. Ahora todo parece indicar que Ramaphosa revalidará el cargo que heredó de Zuma.
Tras la muerte de Mandela, la lealtad del pueblo sudafricano al CNA permanece viva a pesar de la fallida lucha contra el crimen, el elevado nivel de desempleo o las graves deficiencias en la provisión de los servicios estatales.
La oposición liderada por los liberales de la Alianza Democrática (AD) -tradicionalmente asociada al voto de la minoría blanca- tiene en encuestas alrededor del 20 por ciento de intención de voto, frente al 61 por ciento del CNA.
En el polo contrario, el de la izquierda radical, el partido Luchadores por la Libertad Económica (EFF) de Julius Malema, un provocador que lideró las juventudes oficialistas hasta que fue expulsado en 2012, es tercero en sondeos electorales, con alrededor del 11 por ciento de apoyo.
El partido de Mandela sufrió un cierto traspiés en las elecciones municipales de 2016, cuando obtuvo el 54 por ciento de los votos, en sus peores resultados electorales desde la llegada de la democracia, y perdió el control de grandes ciudades como Johannesburgo y Pretoria.
Con EFE y AFP
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