100 años de Guayasamín: Ecuador y el mundo festejan al pintor de las injusticias
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El natalicio del artista está dando color a julio. Y es que, de Quito a Barcelona, de Perú a Qatar, se celebra que hace un siglo surgió un gran maestro plástico, una voz del indigenismo, que supo ver humanidad incluso en medio de la ira. Con su obra, Oswaldo se dibujó infinito.
“Mantengan encendida una luz. Siempre voy a volver”, decía Oswaldo Guayasamín (1919-1999) a sus hijos. Y lo afirmaba con parte de razón, porque incluso sin luz el gran artista de Ecuador ha ido regresando en cada una de sus obras, y este mes directamente ha revivido en los 100 años de su nacimiento.
Un natalicio que no es solo una fecha, la del 6 de julio, sino que marca un siglo del alumbramiento de un maestro de la pintura, el grafismo y la escultura, que a su vez alumbró muchas otras mentes. Y es que hace 20 años reiteró con su muerte en Baltimore (EE. UU.) que iba a volver, y al menos en Latinoamérica ninguna generación de artistas lo ha desplazado. Sigue siendo atemporal, infinito.
Como hijo de un indígena y una mestiza, usó su propia raíz como firma. Desde los siete años sabía hacia dónde iba su vocación, y no era la de ser un profesional distinto a su padre, sino ser alguien orgulloso de sus orígenes y portavoz del indigenismo. “Carajo, yo soy un indio”, - decía. “Me llamo Guayasamín”. Y con ese sentir, en muchas pinceladas defendió al pueblo indígena y “denunció sus condiciones de explotación y exclusión”, lo que acompañaba con una lucha social.
Una lucha que acaparó a toda la humanidad, porque su serie ‘La Edad de la Ira’ de los 70 no es más que un camino a la igualdad y al humanismo, frente a la violencia, la tiranía y el fascismo de su siglo. Y así lo dejó como legado en sus murales, para que el mundo siempre pueda pensarse. Todos contienen ese ser artista que era, ese Guayasamín que pronto se inició en el dibujo y que vendía sus trabajos a turistas para pagarse unos estudios que le llevaron hasta la Escuela de Bellas Artes de Quito, en la que aprendió durante siete años.
Si bien, el gen lo tenía, y ese gen solo puede describirse con una constante denuncia y rebelión por las injusticias y un mensaje progresista, de izquierdas, que hizo avanzar el arte y deslumbró a otros como Fidel Castro o Pablo Neruda, de quien era amigo y con el que recorrió Chile, Perú, Argentina, Bolivia y Uruguay. De ahí salió su ‘Camino del llanto’ en una Latinoamérica que hoy lo recuerda.
En su barrio Bellavista la fiesta fue grande. “Él lo celebraba siempre así, cada cinco años (…) lo que estamos haciendo es retomar una tradición (…) Traía la música, comidas típicas”, explicó Berenice Guayasamín, una de las hijas entre diez hermanos, al corresponsal de France 24 Gustavo Ortega. Quito celebró el natalicio de su gran embajador con una fiesta abierta al público, cerca del Árbol de la Vida que sembró y donde está enterrado, y cerca de La Capilla del Hombre, el museo que brindó en homenaje al ser humano. Todo con música de los Andes, grupos folclóricos y danzantes de la región.
“Nos dijo (a los cuatro hijos del primer matrimonio): ‘Yo sé que normalmente les correspondería como herencia, pero yo quisiera que La Capilla del Hombre y la colección de ‘La Edad de la Ira’ quede como un patrimonio de este país, custodiado por la Fundación Guayasamín”, nos relató Berenice, presidenta de esta misma fundación, y transmisora del deseo de su padre.
Oswaldo Guayasamín, artista ecuatoriano que transcendió fronteras para convertirse en un referente de la pintura en el mundo.
Cultura Ec (@Cultura_Ec) July 6, 2019
Conoce más de su vida y su obra en el siguiente 🎥 #100AñosGuayasamín pic.twitter.com/NL5ndaYYq8
Aunque esa fiesta que se vivió en Bellavista y esa vigencia de la obra de Oswaldo de Guayasamín sigue. Tuvo su celebración en Madrid, con una exposición gráfica de 300 obras, también en Argentina, y ahora en Chile, Perú, Qatar, Corea y hasta en Barcelona, urbe que “amaba”, según Berenice, que nos contó la siguiente anécdota.
“Estuvimos haciendo un viaje por Perú y llegamos a un sitio llamado Sechín. En los laterales de unos muros había unos cuerpos cortados, cabezas, brazos, y las cabezas chorreaban sangre… Todo esto en piedra. Y en la entrada había una cantidad de ojos como guirnaldas, que no entendíamos qué significan. Él (su padre, Guayasamín) lo vio y se sentó en una piedra a llorar. Decía: ‘Pero si esto yo lo hice. Esto es mi trabajo. Yo he tallado estas piedras’”.
Desde entonces, de acuerdo con su hija, Guayasamín aseguraba su trabajo como "un expresionismo surgido de Sechín", pero sobre todo como algo eterno. Miles de trabajos que, en su natalicio, con varias muestras itinerantes repartidas por el mundo, algunos sienten que están pintadas mejor, como si con los años las mejorara Guayasamín cada vez que vuelve con la luz.
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