Verónica Estay: "no podemos llegar a la reconciliación si no hay Justicia y reparación"

Veronica Estay es una de las organizadoras del colectivo 'Historias desobedientes', formado por familiares de torturadores de la dictadura militar chilena (1973 - 1990). Su trabajo la llevó a París, donde fue presentado el libro 'Escritos desobedientes', donde la descendencia de los torturadores alza su voz para apoyar a las víctimas y buscar que esos casos no se repitan en América Latina.

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Se calcula que durante el régimen militar que gobernó Chile murieron alrededor de 3.200 personas a manos de agentes del estado. Por ello, este período es calificado como uno de los peores en América Latina.

Tanto en Argentina como en Chile, por ser los países que vivieron las peores dictaduras de la región, se han organizado colectivos que agrupan a descendientes y familiares de los agentes del Estado que participaron en agresiones. Estos son llamados torturadores y su familiares quieren alzar su voz en apoyo a las víctimas.

"Nuestro rol es acompañar a las víctimas (…) No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos, pero hay que explicar por qué, como las víctimas y los sobrevivientes, estamos conscientes de que no podemos llegar a la reconciliación si no hay un trabajo de Justicia y reparación. En estas condiciones no nos reconciliamos y no perdonamos porque consideramos que el proceso histórico no está terminado", dijo Estay durante una conversación con RFI.

Como organizadora del colectivo 'Historias desobedientes' en Chile, Estay refiere que han tomado una participación política no como partido sino como un actor que se expresa públicamente sobre lo ocurrido. Muchas de las experiencias de los familiares de los torturadores quedaron plasmadas en el libro 'Escritos desobedientes', el cual fue presentado en Francia.

"Se confrontan Justicia, amor y lealtad", dice y detalla que "es una contradicción entre una tragedia individual y una posición política. Hay que moverse entre un desgarre íntimo y la posibilidad de trascenderlo gracias a la acción política (…) Los torturadores no eran necesariamente torturadores en casa, a veces eran hasta buenos padres".

El colectivo de Argentina, que cuenta con entre 50 y 80 personas, según comenta Estay, y el de Chile en proceso de formación, buscan un mensaje único: "sentar las bases para que los hechos que ocurrieron no vuelvan a repetirse en América Latina".

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