Mujeres en la primera línea frente al coronavirus (2/3): las cajeras "trabajan con temor"
Mientras la gran mayoría de los trabajadores franceses pueden quedarse en sus casas, ellas no. Son cajeras, no tienen alternativa pues, en medio de la crisis sanitaria, este oficio desempeñado en un 90% por mujeres es considerado "esencial". ¿Cuál es el precio que deben pagar por su presencia? France 24 le da la palabra a las ayudantes de las compras diarias.
Primera modificación:
Desde el inicio del confinamiento, un cuarto de los franceses activos sigue yendo a sus puestos de trabajo todos los días o casi todos, según un sondeo para 'Franceinfo', realizado entre el 25 y el 30 de marzo.
Véronique, de 55 años, hace parte de ese grupo. Es cajera en un supermercado de la región de Varois desde hace casi 20 años, no contempla la posibilidad de quedarse en su casa: "Se va a trabajar con miedo en el cuerpo, pero se va".
A su lugar de empleo, situado en el centro de una ciudad de 10.000 habitantes, Véronique explica que llegó material de protección, pero que no todo sirve. "Tratamos de utilizar las gorras con visera, pero son incómodas, todo el tiempo hay vaho y si uno utiliza gafas no puede ver nada".
No todas están bajo las mismas condiciones
Después del comienzo del aislamiento, las reglas sanitarias establecidas para los comercios de gran distribución se empezaron a aplicar de manera muy distinta entre un almacén y otro.
Por ejemplo, las ventanillas en material plexiglás instaladas para proteger a las cajeras no siempre rodean por completo su puesto de trabajo y, en algunos almacenes, son inexistentes. Al momento de pagar, es preciso señalar que, por lo general, hay un contacto casi directo entre el cliente y el empleado. Por su parte, los guantes son opcionales, su uso ha sido incluso rebatido por científicos. Lo mismo ocurre con el control en las entradas: varía según el establecimiento.
En medio de todas las órdenes y contra-órdenes sobre los gestos barrera y las medidas de protección frente al virus, no sorprende que las empleadas tengan poca claridad. "Utilizamos una mascarilla, pero la usamos durante varios días", afirma una cajera de un supermercado al sudeste de Francia. Ante la pregunta "¿cuándo la cambió por última vez?", otra cajera confiesa: "¡Ay! No sabría decirle…".
Esta falta de coherencia ha sido denunciada por los representantes de los sindicatos del sector.
"Pedimos una homogeneización de las medidas de protección, pero algunas compañías grandes nos dicen que cada director tiene derecho a tomar las medidas que desee en su almacén", explica Sylvie Vachoux, secretaria federal de la gran distribución en el seno de la Confederación General del Trabajo (CGT).
El 18 de marzo, el secretario general de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), Laurent Berger, denunció a las empresas que "no estaban respetando las reglas del juego". Cuestionaba la falta de equipos y también de flexibilidad para las madres obligadas, por un lado, a quedarse en sus casas a causa del cierre de las escuelas desde el 16 de marzo y, por otro, a seguir acudiendo a sus puestos de trabajo.
Sin embargo, el riesgo de una infección por Covid-19 sigue presente.
El 27 de marzo, una cajera de 52 años murió a causa del coronavirus. Y, para Sylvie Vachoux, desde el anuncio del confinamiento el 16 de marzo, estos fallecimientos son el resultado de "15 días de fluctuaciones" en el seno del sector.
"Tras el anuncio del presidente (Macron), las personas corrieron a los supermercados. Las cajeras estaban en la primera línea, sin protección, como en una trinchera", explica. Vachoux precisa que, por ahora, el sector se ha negado a dar cifras exactas de las infecciones. Según ella, "claramente hay una retención de la información". Indica que la tasa de ausentismo en el sector ha sido del 30% en las últimas dos semanas.
"A veces vemos al mismo cliente cuatro veces al día"
Leïla, cajera en un hipermercado en Nice, estaba de turno cuando los flujos de clientes inundaron su lugar de trabajo. Aún hoy sigue sorprendida por la cantidad de personas que llegan al día. "Algunos hacen compras como si no hubiera un mañana", afirma, "veo algunos clientes que vienen en la mañana a comprar frutas, al mediodía, queso, en la tarde, verduras y, en la noche, pastas".
Compras no justificadas, según la empleada de 43 años: "Les repetimos que nos llegan suministros a diario, que no habría escasez si no compraran tanto. Me pregunto dónde guardan todo eso".
Según el grupo Nielsen, el sector de gran consumo observó durante la jornada del 16 de marzo un aumento del 237% en su cifra de facturación.
'Necesariamente debe haber víctimas'
Este amplio flujo de clientes ha dado pie para múltiples faltas de cortesía.
"Las personas están bajo tensión, es muy, muy duro", dice Véronique. Nos cuenta lo que le pasó a una de sus colegas un día en la caja: "Llegó un cliente que se negaba a poner sus compras sobre la banda transportadora, argumentando que no quería contaminarse. Mi colega le contestó que ella la limpiaba con frecuencia y que la utilizaba personalmente todo el día. El hombre le contestó que necesariamente debía haber víctimas".
Una reflexión que aún sigue conmoviendo a Véronique, pero que no le impide seguir yendo a trabajar casi todos los días, 43 horas por semana.
Boletín de noticiasSuscríbase para recibir los boletines de France 24
Suscribo