Cuba: ¿hacia una nueva agricultura?

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Cuando Cuba entró en la compleja fase de su batalla contra el coronavirus ya llevaba meses movilizada para resolver uno de sus grandes problemas: la producción de alimentos. Escasez de diésel, difícil acceso a plaguicidas y fertilizantes debido al embargo son parte del problema, pero tal vez una oportunidad para girar más decididamente hacia una agricultura ecológica y sostenible. Reportaje de José Goitia y Domitille Piron.

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La caña de azúcar llegó a Cuba en 1535 procedente de Santo Domingo (entonces La Española) donde Cristóbal Colón la había introducido en su segundo viaje. Desde la época colonial, los españoles importaban a Cuba la comida para sus esclavos con el fin de no desviarlos de su tarea principal, producir caña de azúcar. 

Ni la revolución logró salir de la maldición de la caña, del monocultivo. Todavía hoy, por lo menos antes de la crisis del coronavirus, el pollo de la bodega que distribuyen al pueblo (vía libreta de abastecimiento) viene de Estados Unidos y es pagado al contado vía Banco de Canadá, una de las pocas entidades bancarias internacionales que quedan en Cuba.

El pollo es una excepción, el reforzamiento de la medidas de Donald Trump limitan las importaciones a Cuba que conoce hoy escasez de combustible y por supuesto de todos los insumos necesarios para la agricultura.

Es muy pronto para imaginar cómo será Cuba después de la  batalla contra el coronavirus. La pérdida de divisas generadas por los cinco millones de turistas que no vendrán es un golpe mayor a una situación aún más complicada y la alimentación del pueblo se verá en apuros.

La apertura económica operada por Raúl Castro cuando llegó al poder ha permitido una descentralización de  la producción agrícola y los organopónicos (huertos urbanos) florecen y abastecen a muchos en algunos barrios. Son ecológicos aunque no haya otra alternativa, ya que no hay ni pesticidas ni plaguicidas en la isla.

¿Se logrará llegar a una economía solidaria y ecológica después del coronavirus?

Muchos países hablan del 'después del coronavirus' de una economía más solidaria, más autónoma y ecológica tanto en salud como en alimentación. Eso se aplica particularmente bien a Cuba, donde individuos muy bien formados quieren crear una agricultura sostenible, ecológica y por supuesto suficiente para satisfacer toda la población.

Fernando Funes, un ingeniero agrónomo instalado en la finca Marta, al oeste de La Habana, es un ejemplo de lo que podría ser la Cuba agrícola de mañana. Este apasionado ingeniero agrónomo, que ha viajado por el mundo, quiere ayudar a cambiar las costumbres alimenticias del país, en general compuesto por pollo, cerdo, arroz, frijoles, con una factura de importación muy elevada.

En su finca orgánica, Fernando logra producir hasta 60 productos variados, abastece unos 40 restaurantes "chic" de la Habana, pero también el mercado de su pueblo. Produce  biogás, miel, leche, huevos y una cantidad de vegetales y hortalizas. Fernando ha sido reactivo al llegar el confinamiento y el cierre de casi todos los mercados y restaurantes de La Habana: ya está en línea y logra vender su producción por Internet.

'No hay mal que por bien no venga', dicen. ¿Logrará Cuba lo que no ha logrado por siglos y ser autónomo en cuanto a su comida, y deshacerse de las malas costumbres importadoras?

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