Los recuperados del Covid19

Linda Amirat: "Me decía, para sobrevivir, bebe un litro y medio de agua por día" (6/6)

En nuestra serie 'Ellos vencieron el Covid-19' conocimos el testimonio de esta enfermera francesa que se contagió durante sus vacaciones en Guadalupe. Sola, resistió los duros síntomas con los que el virus se manifestó en su cuerpo. 

Linda Amirat, enfermera laboral tuvo síntomas gástricos a causa del Covid19 que le preocuparon. Se obligaba a beber un litro de agua para no dejarse vencer por la enfermedad.
Linda Amirat, enfermera laboral tuvo síntomas gástricos a causa del Covid19 que le preocuparon. Se obligaba a beber un litro de agua para no dejarse vencer por la enfermedad. © France24/ captura de pantalla
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El Covid-19 frustró las vacaciones anuales de Linda Amirat, una enfermera de 52 años nacida en París. En vista del confinamiento, tras unos pocos días en la Isla de Guadalupe, tuvo que regresar a Francia: “sentí los primeros síntomas en el avión. Tuve temblores y comencé a sentir dolor muscular. Como soy enfermera, llevaba una mascarilla FFP2 y unos guantes. Llegué a casa e inmediatamente me acosté”.

Linda tuvo unos síntomas muy fuertes que, incluso a ella siendo enfermera, la dejaron desconcertada: “las primeras 24 horas me sentía muy cansada y tenía fiebre. Posteriormente, perdí el olfato y el gusto. Al despertar cada día me sangraba la nariz y durante 48 horas botaba coágulos de sangre. Luego tuve náuseas, y una diarrea muy intensa. Luego, un hormigueo en las piernas que no pasaba”.

Cuenta que no sentía hambre, pero al tener conocimientos médicos, sabía que no podía deshidratarse: “no comí nada, solo me decía para sobrevivir ‘Linda, bebe un litro y medio de agua al día’".

La parte más dura de la enfermedad duró tres semanas: “la cuarta semana me comenzó un dolor en el corazón. Entonces llamé a SOS-cardio. Vinieron a la casa. Me dijeron que este era otro de los síntomas, como una segunda ola de la enfermedad”.

Durante un mes, Linda luchó sola contra este virus. Dejó a sus dos hijas adolescentes con su madre, pero su recuerdo le daba fuerzas para no bajar los brazos. También, le dio esperanzas una ayuda inesperada, la de su vecina: “me empezó a traer pan fresco, frutas. Me hizo una sopa. Y dejaba todo en mi puerta. Luego me llamaba y me decía ‘te traje esto y lo encontrarás en el rellano’. Ella tuvo una actitud formidable”, recuerda emocionada.

Después de 34 días padeciendo el virus, Linda nos dio la entrevista en su segunda salida de casa. En sus piernas aún se veían unas marcas, como las que deja un elástico apretado. Es otro de los síntomas que ni ella ni los médicos se explican de este desconocido y devastador brote.

Reportaje de Alexandra Renard y Erika Olavarría

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