Durante el Covid-19, sube la reventa de alimentos en las calles de Cuba
Conseguir productos de la canasta familiar durante la pandemia se ha traducido para muchos en hacer filas desde la madrugada esperando a que abran las tiendas locales, mientras que otros aprovechan para comprar los alimentos al precio estatal y venderlos en la calle por el doble o el triple del costo.
Primera modificación:
Desde septiembre del año pasado, en Cuba corría el temor de una escasez. En ese entonces, las palabras “se acabó”, “no entró” o “voló” eran para referirse a la falta de combustible, tras las sanciones del presidente estadounidense Donald Trump en contra de diferentes firmas transportadoras, restricciones que dificultaron la importación de petróleo y de gas a la isla.
Aunque el mercado negro había repuntado ante la dificultad para conseguir combustible, el Gobierno de Miguel Díaz-Canel le puso fin al contrabando de gasoil y gasolina. Actualmente y por primera vez en décadas, el Estado controla casi el 100% de la venta de su combustible.
Pero ahora que la crisis sanitaria explotó con el coronavirus, la escasez es por comida y ha llegado al punto que se reactivó el mercado negro casi tanto como existió en la década de los noventa, cuando los soviéticos salieron de la isla.
En las reventas, los precios subieron de manera exorbitante.
Una bolsa de pollo que en la tienda costaba 3,60 pesos cubanos (equivalentes a 3,60 dólares estadounidenses), ahora vale de 9 a 10 dólares en la calle. El café saltó de 6,20 a 10, la cerveza de 1 dólar a 1,70 y la mantequilla de 2,50 a 6 dólares.
En algunas ocasiones, incluso, los productos revendidos tienen la etiqueta con el precio original de la tienda. Esto es un aumento considerable en un país como Cuba, donde el salario promedio no pasa de 50 dólares y el mínimo es de 16 dólares.
Así comienza la reventa de los alimentos de las tiendas
En abril y cuando los contagiados ya rondaban el millar, el Gobierno cubano cerró los grandes supermercados y suspendió el transporte público. Esto reactivó las pequeñas tiendas de barrio y a la par trajo aglomeraciones de personas que hacían fila para comprar los alimentos. Es por eso que estos son "probablemente los lugares más peligrosos del país", como señaló el doctor Francisco Durán, director de Epidemiología del Ministerio de la Salud cubana.
En medio de las filas, se potenciaron los revendedores. Todo comienza con los mismos empleados de las tiendas que le avisan a sus familiares y amigos sobre la disponibilidad de productos. A partir de las 2:00 a.m. comienzan a llegar grupos de personas a hacer fila a los lugares donde saben que a las 9 o 10 de la mañana comenzarán a vender alimentos a precio estatal.
Fácilmente se reúnen hasta 100 personas en la fila, a pesar de que oficialmente está prohibido llegar tan temprano.
Pero algunos de ellos son revendedores que hacen filas por horas para comprar a precio estatal y luego ofrecer el mismo producto en las calles por el doble o el triple del costo.
En un intento por regular la práctica, los empleados de las tiendas anotan el número de cédula de identidad de cada cliente para impedir que los mismos vuelvan todos los días. Sin embargo, muchos regresan diariamente sin que existan mayores controles al respecto.
Los intentos de regulación
El Estado cubano ha apostado por diferentes medidas para controlar las ventas en las tiendas locales y especialmente las reventas.
El Gobierno envió militares y policías para tratar de organizar las filas, creando barreras de distanciamiento y evitando los fraudes.
En abril, las autoridades comenzaron a explorar el comercio online y los envíos a domicilios, pero los cubanos se quejan de que el sistema colapsó en la primera semana debido a la alta demanda y que además, el internet no es lo suficientemente bueno teniendo en cuenta que este servicio se comenzó a prestar al público hace apenas un par de años.
Para quienes no pueden hacer las filas ni tampoco pagar los altos precios de las reventas en las calles, el Gobierno puso en marcha un sistema de “módulos”. Este consiste en dar bolsas con comida básica y productos de aseo a los más vulnerables, como personas de la tercera edad o en situación de discapacidad. Pero allí también se cuelan los revendedores.
Otra medida que se tiene para conseguir mercado en la isla son las llamadas libretas de abastecimiento, que benefician a 11,5 millones de cubanos y que existen desde los sesenta.
Estas cartillas tienen una docena de productos de la canasta familiar con precios subvencionados por el Estado. El mecanismo surgió desde la llegada al poder de Fidel Castro y como una solución a la escasez por las sanciones económicas de Estados Unidos. Inicialmente, esta incluía productos como arroz, café, azúcar, fríjoles, entre otros; pero cuando Raúl Castro asumió el liderazgo del gobierno en 2008, recortó los insumos de la canasta.
La decisión se reversó a finales de marzo de este año, cuando la pandemia hizo que el Gobierno adicionara a la libreta otros productos como hortalizas, papas o más pollo. Además, el Ejecutivo reguló la venta de ciertos productos que no estaban en la cartilla para evitar el acaparamiento y la reventa durante la crisis sanitaria, como lo dijo la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz. Sin embargo, los revendedores siguen haciendo de la suya.
Incluso, continúan las reventas de otros bienes que van desde ropa y medicamentos hasta motos eléctricas.
La libertad de viajar instaurada por Raúl Castro permitía hasta hace dos meses a miles de cubanos ir a Panamá, Miami, República Dominicana, México o Guyana. De allí regresaban cargados de productos que revendían en las calles cubanas. Esto se acabó cuando Cuba cerró sus fronteras desde el 1 de abril como medida de contención del coronavirus.
Hoy las reventas siguen en la isla, pero únicamente con los productos que quedan en la reserva.
Con Reuters
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