Así promueven el acceso alternativo a los alimentos en Ecuador en medio de la pandemia
Un grupo de jóvenes organizados en una propuesta llamada La Despensa promueve, a través de la cooperación, el acceso alternativo a alimentos en medio de la pandemia en territorio ecuatoriano.
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Desde las 6:50 de la mañana, Margarita Arboleda, integrante del proyecto Raíces Urbanas, nos cita en un barrio tradicional del norte de la capital ecuatoriana conocido como La Vicentina y nos dirige al huerto Don Panchito.
Avanzamos con ella y nos recibe Elvira Pérez, quien a su vez pertenece a un colectivo de productores de alimentos orgánicos llamado Agrupar. Desde hace 12 años, Pérez alquila un lote para sembrar con su familia productos sin aditivos para su distribución y venta directa en las tiendas orgánicas que funcionan en Quito.
Elvira adquirió su certificación orgánica junto a Segundo, su esposo, con quien trabaja la tierra. Y, ante la crisis sanitaria, una de las medidas de protección que implementa es respetar el distanciamiento social.
Ambas aseguran que pretenden crear "tejidos sociales" dentro de las comunidades para estimular los "circuitos cortos de alimentación", una alternativa de abastecimiento dentro de sus propias poblaciones.
Pero promover el consumo de alimentos orgánicos de temporada e intentar atraer adeptos a nuevos modelos supone romper la lógica comercial de las grandes cadenas de supermercados, a las que se deben trasladar los consumidores para poder comprar lo que desean.
Frente al impacto económico generado por la parálisis a causa de la propagación del brote, el colectivo La Despensa intenta poner en marcha acciones para atajar la perdida de más de 240.000 empleos y la reducción de ingresos familiares por las restricciones de movilidad.
"Es una ayuda grande para nosotros en estos momentos de pandemia, porque yo tenía dos lugares a los que salía a vender, pero están cerrados y todavía no tenemos autorización para salir", comenta Elvira.
Arboleda actúa como una suerte de intermediaria entre los productores y los consumidores y cuenta que, justamente por la emergencia, notaron los obstáculos cotidianos que tienen en materia de comercialización. "Existían barreras para llegar a las personas y, a veces, los productos se quedaban en la tierra y se dañaban", afirma.
El colectivo La Despensa agrupa a varias iniciativas conocidas como el Proyecto Surco y Cocina Idónea, que impulsan la creación de tejidos autosustentables en rangos cortos de movilidad.
Estefanía Gómez, otra de las integrantes de La Despensa, asegura que los consumidores siguen, sin saber, la lógica comercial de las grandes tiendas. Se abastecen de alimentos que siempre están presentes en las grandes cadenas, acostumbrándose a comprar frutas y verduras que suponen mayores tratamientos y desgastan las tierras e incrementan la huella de carbono.
"Lo que nosotros buscamos, como concepto, es que alrededor de los dos o tres kilómetros cercanos a tu hogar puedas alimentarte, puedas tener una fuente no solo saludable, sino que te evite tener que ir a un supermercado", cuenta Gómez.
Una apuesta por la "cocina de subsistencia"
La recuperación de alimentos bajo el proyecto Cocina Idónea, que es liderado por Santiago Rosero, también busca la reutilización de alimentos que están próximos a vencerse y romper la lógica de "la imagen perfecta".
"La comida está en el centro de esta problemática sanitaria desde el origen mismo de la enfermedad hasta las máximas carencias de las poblaciones en vulnerabilidad. Por ello, nos parece lógico intentar aprovechar la comida que existe, practicando la cocina de subsistencia", asegura Rosero.
Rosero enfrenta lo que ha denominado la "dictadura de la apariencia perfecta" que, según expresa, son estrategias comerciales para incrementar el desecho de alimentos de acuerdo con su fecha de expiración. Su actividad va más allá de la recuperación de estos productos, aplicando la "fermentación láctica para preservar e incrementar los nutrientes que luego podrán utilizarse de nuevo". También realizan comidas de beneficencia o donaciones destinadas a poblaciones vulnerables.
El consumo de los alimentos de temporada, las semillas tradicionales la elaboración de productos higiénicos artesanales, también forman parte de esta propuesta que promueve el consumo consciente. Forman una economía circular con beneficio social. Aprovechando la pandemia para convencer a otros de los beneficios de lo orgánico.
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