Bielorrusos exiliados protestan en contra de Lukashenko en el aniversario de su reelección
Este 9 de agosto se cumple un año desde la discutida reelección del presidente de Belarús, Alexander Lukashenko. Se espera que el mandatario dé una conferencia de prensa el lunes en conmemoración de este primer aniversario, mientras que cientos de exiliados se manifestaron en Ucrania y Polonia para denunciar lo que consideran los "crímenes" del líder.
Primera modificación:
Al menos 500 bielorrusos protestaron el domingo frente a la embajada de su país en Ucrania recordando su rechazo al Gobierno de Alexander Lukashenko, en el marco del primer aniversario de las elecciones consideradas por ellos como ilegales e injustas.
Los manifestantes llevaban banderas rojas y blancas (colores de la oposición) y pancartas que compartían mensajes como "Belarús bajo Lukashenko se ha convertido en un campo de concentración" o "Corea del Norte en el centro de Europa. Stop".
Exigieron que las autoridades internacionales creen un tribunal para investigar lo que llamaron “los crímenes de Alexander Lukashenko”.
Los manifestantes denunciaron que su patria se ha vuelto insegura a causa de su oposición a los resultados de las elecciones de 2020, tras las cuales, miles de bielorrusos han hecho de Ucrania, Lituania, Letonia y Polonia su nuevo hogar.
Pero las protestas no solo tuvieron lugar en Ucrania. En la vecina Polonia también cientos de bielorrusos marcharon el domingo contra lo que consideran represión política en su país de origen.
Frantz Aslauski, un bielorruso de 56 años que viajó desde su nuevo hogar, Breslavia, hasta Varsovia para unirse a las marchas dijo a la agencia AP que creía que sus compatriotas en el extranjero tenían el deber de protestar "porque en Belarús la gente no puede salir a las calles por temor a ser encarcelados".
"Tenemos la oportunidad (de manifestarnos), por lo tanto, esta responsabilidad recae en nosotros. Debemos gritarle al mundo entero para que nos apoye en nuestra búsqueda de la libertad y la democracia", declaró el manifestante.
Según reportó AP, estas últimas semanas, las autoridades bielorrusas han intensificado las acciones contra periodistas independientes, activistas de la sociedad civil y otras personas a quienes consideran desleales o sospechosas. Por su parte, Lukashenko calificó a los activistas como "bandidos y agentes del extranjero" y prometió continuar con lo que llamó una "operación de limpieza" contra ellos.
Un total de 29 periodistas se encuentran actualmente bajo custodia, cumpliendo su condena o en espera de juicio, mientras que más de 50 organizaciones podrían cerrar.
El 9 de agosto de 2020: el día en el que Lukashenko fue reelegido por quinta vez
Lukashenko, exjefe de una empresa estatal, ha estado gobernando Belarús con mano dura desde 1994. Al mandatario, se le reprocha principalmente el encarcelamiento de sus oponentes, la censura ejercida contra los medios de comunicación privados e independientes del país y las violaciones contra los derechos humanos de sus críticos.
Además de todo esto, en el 2020, la ira de una parte de los bielorrusos aumentó por el manejo que le ha dado el presidente a la pandemia del Covid-19, así como por la situación económica del país. Fue en ese contexto que las elecciones presidenciales de ese año se convirtieron en un desafío para Lukashenko.
En estos comicios, para enfrentar al veterano líder del país, la oposición -aunque diversa y cosmopolita- se había unido detrás de la figura de una candidata: Svetlana Tikhanovskaya, exmaestra de inglés y esposa de un activista de la oposición que fue encarcelado poco antes de las elecciones.
Sin embargo, pese al notable descontento de una parte de la población, los resultados oficiales le otorgaron a Lukashenko una victoria aplastante de cerca del 80% de los votos.
La oposición rechazó el resultado, denunciando fraude y manipulaciones y afirmó que se necesitaban conversaciones para comenzar una transferencia pacífica del poder. Gran parte de la comunidad internacional, al igual que la oposición, no admitió los resultados. En todo el planeta, solo 23 países los han reconocido, entre ellos China, Corea del Norte, Rusia, y Eritrea.
Los resultados desencadenaron protestas masivas por parte de la oposición, sobre todo en la capital Minsk. El oficialismo respondió con una represión, arrestando a miles de personas. Varios grupos de derechos humanos denunciaron que cientos de manifestantes fueron abusadas o torturadas y señalan a la policía como responsable. Minsk siempre lo negó, aunque casi todas las figuras importantes de la oposición están ahora presas o viven en el exilio.
El proceso con el cual se llevaron a cabo las elecciones, sus resultados, y la respuesta del Gobierno de Lukashenko al estallido social engendraron sanciones internacionales y un recrudecimiento de las tensiones entre Belarús y occidente, principalmente con la Unión Europea (UE).
Las protestas se extendieron cuatro meses, aunque fueron poco a poco perdiendo intensidad. El número de personas que asistían a las marchas de los fines de semana en Minsk fue bajando paulatinamente debido a la brutalidad de la represión y a que la policía siguió deteniendo implacablemente a las personas que se reunían.
Un año de crecientes tensiones entre el Gobierno de Lukashenko y la UE
Este año, tres eventos mayores generaron críticas internacionales sobre el liderazgo del polémico presidente y más sanciones por parte de la UE.
Lukashenko, quien se ganó el apodo de “último dictador de Europa” por su represión de la disidencia, exigió en mayo el arresto de un periodista detractor de su Gobierno: Roman Protasevich. Para ello, el mandatario ordenó el desvío de un avión de pasajeros en el cual se encontraba el periodista, quien volaba de Grecia a Lituania. El avión tuvo que aterrizar en Minsk, donde las autoridades arrestaron a Protasevich.
En justificación de los hechos, el presidente bielorusso alegó que hubo una amenaza de bomba por parte de la organización palestina Hamas contra el vuelo y que por eso fue desviado. Pero la UE lo llamó “piratería aérea” y Bruselas y el Reino Unido prohibieron a Belarús operar en sus espacios europeos. La UE tomó otras medidas como la de reducir las importaciones desde este país.
A su vez, Lukashenko tomó represalias cancelando un acuerdo con la UE para contrarrestar la migración ilegal, cuyos efectos han empezado a sentirse. La semana pasado los funcionarios de Lituania, país que comparte una frontera con Belarús, acusaron a las autoridades bielorrusas de incentivar a miles de migrantes, la mayoría de ellos procedentes de Irak, a cruzar a su territorio. Minsk no hizo declaraciones públicas en respuesta a estas acusaciones.
El segundo evento que puso de nuevo a Belarús en el centro de la atención internacional está relacionado con los Juegos Olímpicos de Tokio. El 2 de agosto, la atleta bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya tuvo que refugiarse en la embajada de Polonia en Tokio, un día después de negarse a abordar un vuelo rumbo a Belarús con su equipo.
Tsimanouskaya, de 24 años, dijo que la querían llevar contra su voluntad después de que se quejara en las redes sociales contra sus entrenadores. En el aeropuerto de Tokio, buscó protección de la policía japonesa, y el 4 de agosto, la atleta se fue a Polonia después de que Varsovia le concediera una visa humanitaria.
El tercer incidente también tuvo lugar la semana pasada cuando un activista bielorruso, Vitaly Shishov, quien residía en Ucrania como exiliado, fue hallado el 3 de agosto ahorcado en un parque cerca de su casa en Kiev. Shishov dirigía un grupo que ayudaba a los bielorrusos que huían de la persecución. La policía ucraniana está investigando si se trata de un asesinato disfrazado de suicidio.
Rusia, el gran aliado de Belarús
En medio de la creciente presión del bloque occidental, Lukashenko todavía cuenta con el apoyo político y financiero de Rusia, su principal aliado. Para contrarrestar el efecto de las sanciones internacionales impuestas contra Belarús y mantener a flote su economía, el Kremlin le otorgó un préstamo de 1.500 millones de dólares en septiembre de 2020.
Además, el presidente ruso, Vladimir Putin, indicó un mes antes que tenía destinada una “fuerza policial de reserva” que se desplegaría en Belarús de ser necesario.
También cabe mencionar que el presidente Lukashenko sigue beneficiándose del apoyo de una buena parte de la población, gracias a las generosas prestaciones sociales y pensiones que su gobierno asegura a sus ciudadanos. Tradicionalmente, el mandatario cuenta con el apoyo de las poblaciones rurales, las personas mayores, y los obreros como los agricultores.
Este país de 9,5 millones de habitantes tiene, según datos oficiales, casi el pleno empleo (con menos del 5% de desempleo en 2018), así como una tasa de alfabetización del 100%.
La esperanza de vida es de 74 años y va en aumento, mientras que el país también tiene una tasa de mortalidad infantil de 2,6 por cada 1.000 nacimientos, frente a 3 en Francia y Alemania.
Su modelo económico y social todavía se apoya en valores derivados del comunismo, lo que le valió a Lukashenko cierto apoyo de parte de la población, aliviada de estar relativamente a salvo de la serie de crisis económicas experimentadas por otros países que formaban antes parte del bloque soviético. Aunque otra parte de las sociedad bielorrusa sigue viendo a Lukashenko como un mandatario que reprime a quienes están en su contra.
Con AP y Reuters
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