La furia reina en pueblo costero de Grecia, donde "nadie llega" pese a los incedios
Pefki (Grecia) (AFP) –
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"¿Dónde están los nuestros? Se les suplica venir y nadie llega", grita un habitante. La furia es grande en la pequeña estación balnearia de Asimnio, en el norte de la isla griega de Eubea, devorada por las llamas desde hace una semana.
Las mujeres subieron a los techos, gritan y lloran, se dirigen a los helicópteros que sobrevuelan el poblado pero no se detienen.
Los hombres bajaron a la calle, y todos rechazan evacuar, pese a las llamas que se acercan inexorablemente.
"¡Mire! Ellos hacen el trabajo", señala Dimitri mostrando un camión de bomberos eslovacos.
Como la mayoría de los habitantes de este pequeño pueblo junto al mar, a poca distancia de Pefki, de donde las personas son evacuadas por mar, el joven griego fustiga la falta de medios y efectivos de bomberos de su país.
De los les 870 bomberos desplegados en el norte de Eubea, muchos vinieron de Chipre, Eslovaquia, Polonia, Serbia, Ucrania y Rumanía, según los servicios de incendios griegos.
En ocho días, el fuego ya destruyó centenares de casas y devastó más de 49.000 hectáreas, según el sistema europeo de información sobre incendios en bosques (EFFIS).
Al lado de la playa de Asimnio llena de tabernas y restaurantes, cuatro helicópteros van hacia el mar y van y vienen para lanzar agua a las lejanas colinas boscosas.
"¡Que el fuego atrape el bosque pero no nuestras casas!", implora Eleni, de 65 años. Se agita, se lamenta y grita en el teléfono a un interlocutor desconocido: "¿A dónde quieren que vayamos? ¡Me voy a ahogar en el mar!".
- "Los sueños se vuelven humo" -
Un jeep deposita víveres y botellas de agua en la parada del bus transformado en punto de suministro.
"Los sueños se vuelven humo. Esta situación es interminable", se lamenta el pope Efstathios.
"Los pueblos necesitan nuestra ayuda y nuestro apoyo. Es imposible abandonarlos en estos momentos difíciles", dice el sacerdote, con mascarilla y poblada barba.
En la calle, sube la molestia y se agitan los brazos. Los rumores y las teorías abundan.
"¡Estamos seguros de que fue un incendio criminal", afirma Iro Nikolaou, maestra del pueblo que fustiga los males de Grecia, que no duda en calificar de "país del tercer mundo".
"¿Mis alumnos de 15 años fueron a apagar los incendios, eso qué significa?", dice la maestra.
De repente se escucha una voz: "¡Lo detuvieron!". Las motocicletas salen en medio de la algarabía. Se inicia la caza al pirómano. Todos buscan culpables y respuestas.
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