El tránsito de Colombia a Panamá, una frontera colapsada por la llegada masiva de migrantes

Migrantes varados de Cuba, Haití y varios países africanos viajan en una balsa desde Necoclí a Capurganá, Colombia, el 31 de julio de 2021. Miles de migrantes están varados en la ciudad portuaria colombiana mientras esperan que los barcos crucen hacia la vecina Panamá en su camino a Estados Unidos.
Migrantes varados de Cuba, Haití y varios países africanos viajan en una balsa desde Necoclí a Capurganá, Colombia, el 31 de julio de 2021. Miles de migrantes están varados en la ciudad portuaria colombiana mientras esperan que los barcos crucen hacia la vecina Panamá en su camino a Estados Unidos. © Joaquín Sarmiento / AFP

La ruta migratoria del sur al centro de América no es nueva. Desde hace varios años miles transitan por la región para seguir su camino hasta México, Estados Unidos o Canadá, pasando por la intransitable selva del Darién, un tapón natural plagado de peligros. Este paso es la única opción para cruzar hacia Panamá vía terrestre, por lo que muchos migrantes deciden tomar el riesgo. Un equipo de France 24 visitó Necoclí, un municipio colombiano desbordado por el represamiento de unos 15.000 migrantes.

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Caminar por las calles de Necoclí es como transitar por una pequeña Haití. 

Los hoteles están a tope, el comercio vende lo necesario para cruzar la selva y las casas hacen de hoteles provisionales para hospedar a los miles de migrantes que permanecen varados allí. Los que no tienen cómo pagar su estadía, descansan en la calle. 

La vía que lleva al muelle es un mercado de provisiones. Linternas, baterías, estufas, capas para la lluvia, un preparado para espantar a las serpientes, colchonetas y botas, todo cuanto se necesita en la selva para sobrevivir se vende ahí. 

Unos metros más adelante la calle permanece cerrada, sobre todo durante los días de venta de tiquetes para abordar una lancha hacia la localidad vecina de Capurganá. Allí los migrantes se dividen en dos filas: los que están a punto de embarcarse y los que buscan comprar un pasaje.

El problema es que no hay embarcaciones para transportar a tantos. A diario salen 12 lanchas con un aproximado de 800 personas. El domingo es día de descanso, pese al tamaño de la crisis solo sale del muelle una lancha con turistas. 

Un grupo de migrantes sube a una de las lanchas que los transportará hasta la localidad de Capurganá. En Necoclí, Colombia, el 31 de julio de 2021
Un grupo de migrantes sube a una de las lanchas que los transportará hasta la localidad de Capurganá. En Necoclí, Colombia, el 31 de julio de 2021 © France 24

Uno tras otro, los que están en la fila de salida avanzan hasta esperar su turno. Tienen un líder de grupo y suben de a 10 o más. Este capítulo del tránsito para ellos se cierra ese día, pero algunos incluso llevan un mes en Necoclí a la espera de un tiquete.  

Si la ruta no es nueva, esta crisis tampoco. La noticia sobre el represamiento de migrantes en esta zona de Colombia fue visible después de un lunes de venta de tiquetes. La aglomeración de personas y la denuncia vía redes sociales llamó la atención de lo que estaba pasando en la región. La situación viene empeorando desde hace meses.     

Remy, un profesional que vuelve a migrar  

En medio del alboroto de personas entre quienes buscan un tiquete y los que ya lo tienen, aparece Remy, un haitiano, profesional, que vuelve a migrar después de vivir cuatro años en Chile. Un paraíso que dejó de serlo para los miles de haitianos que buscaron un mejor futuro allí.

“Después de la pandemia, Chile tiene una actitud muy distinta con los inmigrantes (…) En mi caso no veo un futuro para mí. Yo estudié y quiero surgir, tener más oportunidades. Por eso decidí dejar Chile y voy a Estados Unidos”, cuenta.  

Remy Wilford, junto a un grupo de migrantes, espera en la zona del muelle de Necoclí, Antioquia, el 31 de julio de 2021
Remy Wilford, junto a un grupo de migrantes, espera en la zona del muelle de Necoclí, Antioquia, el 31 de julio de 2021 © France 24

Remy Wilford tiene alma de servicio. En Haití trabajó como profesor de matemáticas, física y química y colaboró con algunas oenegés para ayudar a niños con VIH. Sin embargo, su país nunca fue opción. Poco después de nuestro primer encuentro, Remy estaba junto a las voluntarias del CICR sirviendo de traductor para que sus compatriotas pudieran llamar a casa y comunicarse con sus familias. Sabía que le esperaban varios días en Necoclí y algo tenía que hacer para sentirse útil.  

 “Se aprovechan de nosotros, pero el pueblo se beneficia” 

Hay quienes ya no aguantan más. A algunos se les está acabando el dinero en estadía y comida y a la final son jornadas que pierden de viaje hacia el norte.  

Desesperada por los días que lleva en Necoclí, Desir Pierrette, dice que ya no tiene dinero. Esta haitiana denuncia que en el camino le robaron todo lo que llevaba, incluso su ropa. Ella viaja con su esposo y su pequeño hijo y su tiquete indica que se embarca el 6 de agosto, ocho días después de nuestro encuentro y 15 en total desde que llegó a Necoclí.

Su familia paga 20 dólares diarios por una cama en una vivienda que está en malas condiciones y ahora se plantea dormir en la playa. “Quiero poder pasar porque estoy agotada, no puedo resistir más, es una situación muy difícil para vivir. Quiero seguir mi camino”, asegura mientras carga a su hijo.  

Para Samir Rijkoord, los locales en Necoclí ganan con la llegada de migrantes y denuncia que se aprovechan de la situación. “Quiero denunciar a la empresa (El Caribe S.A.S) que vende los tiquetes, no es posible que vendan cada lunes. ¿Qué es lo que hacen? Los tiquetes se venden a los hoteles y ellos los revenden a los inmigrantes. Para conseguir uno, hay que ir a un hotel. Aquí, (en la venta oficial) son 50 dólares, en los hoteles entre 70 y 100 dólares. Pero si lo compro legalmente, debo esperar mínimo tres semanas. ¡No es posible!”, se queja Samir.    

Un nuevo muelle y más embarcaciones, la solución del Gobierno  

Con un problema de carácter humanitario presente en el territorio, el ministro de Defensa colombiano, Diego Molano, fue enviado desde Bogotá para atender la crisis. 

Mientras el municipio permanece en estado de calamidad pública, el Gobierno plantea un muelle flotante que permita la evacuación de más migrantes de la zona y más embarcaciones para transportarlos como principal solución.  

Sin embargo, llegar a un represamiento de hasta 15.000 migrantes no es una cuestión de días y la ruta por el noroccidente de Colombia no es nueva.  

Panamá reportó que solo en julio 19.142 personas entraron por esa vía a su territorio. 

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